Simón Pachano
Comenzó tuteándole, no con ese tuteo de cercanía, amistad o confianza, sino con ese otro que establece jerarquías y marca tajantemente las distancias. Para que no queden dudas de que él está arriba y el otro está abajo y para que sepa con quién se está metiendo, le dijo rotundamente: Soy el Presidente de la República, pedazo de majadero, tú eres mi subalterno. Así, con pocas palabras, le hizo saber que ese es el orden de la vida, donde cada uno ocupa el escalón que le corresponde sin ningún elemento que los iguale o, más simple aún, sin nada que los coloque en el mismo nivel como ciudadanos o siquiera como seres humanos. De golpe arrasó con todo lo logrado en materia de igualdad y de derechos. Si se toma la Revolución Liberal como punto de partida de la lucha por esos principios en nuestro país, se puede decir que sin mayor trámite se comió más de cien años de luchas populares y de persistentes intentos de transformación de la educación.
Si así se expresara cualquier hijo de vecino, en muchos países del mundo sería causa suficiente para que algún fiscal o un juez actúen de oficio. En nuestro medio, que lo haga el Presidente de la República es motivo del aplauso desenfrenado y eufórico de la masa que lo escucha en vivo y en directo. Será, seguramente, que la cercanía con su líder automáticamente los coloca en el escalón de arriba y que cuando se toca el cielo con la mano no cabe recordar sus pobres vidas de subalternos. Penosamente, muchos de ellos habrán podido comprobar el lunes siguiente, al llegar a su trabajo, que el ejemplo presidencial se difunde con eficacia y rapidez.
Pero la jerarquía no llega sola. Con ella viene la verdad. Y la verdad es una, nada más que una. La verdad solo emana del que está arriba. No hay discrepancias, ni opiniones diversas, ni interpretaciones, ni pareceres, solamente hay una palabra y ante ella todo lo demás es mentira. Por eso, el subalterno no puede ser sino un mentiroso. Atreverse a declarar a la televisión internacional, a la CNN, a los medios de comunicación que el Presidente no estuvo secuestrado es una mentira que, por ir en contra de la verdad única e inapelable, se transforma en parte de esa conspiración donde se trató de matar al Presidente. Entonces, el subalterno pasa a ser un tipejo al que hay que caerle con fiscales, jueces y degradaciones. Que no queden dudas, aquí el que manda es el Presidente de la República.
La historia termina con el subalterno en prisión. Es que, además de todas esas violaciones al orden natural de la vida, donde hay un arriba y un abajo, puso candado para no dejarnos entrar. Esto quiere decir que violó también el orden natural de los secuestros, en que se pone candado para que el secuestrado no salga. Acá, por declaración propia del secuestrado que, como se sabe, es la verdad única, fue para que no entrara.
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